La tecnología dirige nuestra vida

 

La tecnología dirige nuestra vida
La tecnología nos hace tender al exceso: exceso de información, exceso de actividad, exceso de velocidad…

La sociedad del siglo XXI no se puede entender sin el mundo digital. Casi todas nuestras actividades dependen de la tecnología, y cuando proyectamos el futuro a menudo lo hacemos en clave tecnológica. Pero, aunque la tecnología nos aporta muchos beneficios que podemos apreciar, también plantea importantes retos y dilemas éticos: desigualdad, insostenibilidad, pérdida de la privacidad, vigilancia masiva, adicciones, etc.

Estos riesgos se relacionan especialmente con las tecnologías emergentes que apuntan a una revolución en los próximos años: la inteligencia artificial, la robótica, la realidad aumentada-virtual-mixta, la Internet de las cosas, etc. En esta situación, necesitamos referentes que nos permitan construir entre todos una sociedad más armónica y equilibrar los excesos que acarrea el mundo digital.

Tecnología: una nueva ética ciudadana

Aunque algunos de los problemas éticos tendrán que ser abordados por los expertos en tecnología, los juristas y los políticos, necesitamos además una renovada ética ciudadana. Todos usamos estas herramientas digitales a diario directa o indirectamente y los nuevos escenarios que plantean requieren una nueva consciencia y unos nuevos referentes. Por supuesto, los principios generales de la ética siguen siendo vigentes, pero las nuevas circunstancias nos piden una adaptación, un cambio en los énfasis.

A menudo vemos la ética como la lista de cosas que no debemos hacer, pero en realidad trata sobre los principios que nos orientan hacia lo que queremos promover. A continuación se exponen 3 ideas clave que pueden iluminar nuestro camino en los retos que tenemos entre manos.

Atención a los excesos con la tecnología

La tecnología nos hace tender al exceso: exceso de información, exceso de actividad, exceso de velocidad… Debemos comprender que esto es algo que la tecnología implica en sí misma, como resultado de los procesos físicos en los que se basa (por ejemplo las ondas electromagnéticas), que transcurren a unos ritmos muy distintos de los de nuestra biología o nuestra interioridad. Por definición, la tecnología está orientada al hacer y, por tanto, una sociedad hipertecnológica será fácilmente una sociedad hiperactiva.

No es extraño que algunos estudios muestren que un uso intensivo de dispositivos electrónicos conlleva una disminución de la capacidad de atención focalizada, o que quizás esto sea un factor explicativo del dramático aumento en el diagnóstico de TDAH en los Estados Unidos.

Tampoco es extraño que otros estudios muestren una escalada sin precedentes del estrés laboral, ni que las plataformas de redes sociales traten de incitarnos a usarlas de forma excesiva mediante tecnologías que combinan la inteligencia artificial, los conocimientos de neurociencia y las técnicas de psicología conductual. La sabia sentencia del Oráculo de Delfos, “nada en exceso”, se revela de rabiosa actualidad.

En este escenario, quedan en la sombra la capacidad de contemplación, de descanso y relajación, el pensar pausadamente y ponderar las cosas, tanto en soledad como en diálogo con otros. Tendremos que cultivar estos aspectos humanos intencionadamente, porque la tecnología no los promoverá, sino más bien lo contrario. A este respecto, las técnicas de atención plena, de meditación y de relajación son un gran recurso, no solo para adultos sino también para niños y adolescentes.

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